He despertado en un bosque, altos robles me protegen de los primeros rayos del sol; solo uno de ellos ha logrado cruzar por las fuertes ramas. Estoy sola, no hay nadie alrededor, pero no me preocupa, la naturaleza me llama, me hace una invitación a explorar esos rincones donde el ser humano aún no ha pisado.
Escucho el ruido del agua, tan armoniosa, con su ritmo constante; es el ruido de la pureza. Al llegar, agua cristalina, como nunca había visto: Salté dentro y nade mirando al cielo, tan azul, tan hermoso, tanto que pareciera que el río se hubiera reflejado en él… El tiempo pasa, pronto la noche a caído en el bosque, no tengo miedo, sé que estoy sola, no hay que temer, sigo en el río, floto y nado a la vez, miro al cielo con todas sus estrellas, intento contarlas, me es imposible, con cada segundo aparece una nueva, es tan puro el aire que no interfiere con mi vista. Nunca había visto tantas estrellas juntas, la luna con su canto las arrullaba, al poco tiempo las podías ver danzar al compás de su canción: Todo su baile estaba dotado de hermosura.
Con su canto la mañana llego, los rayos del sol me alentaron a salir de las tranquilas aguas del río. Mientras caminaba, el sol fue mi abrigo, poco a poco fue borrando cada gota que había usurpado del río, mi piel ya no estaba arrugada, volvía a ser tersa y lozana, caminaba y caminaba, todo era tan tranquilo: Por fin tenía paz. Me aloje a los pies de un alerce, no existía el frío, otra vez pude ver las estrellas danzar, un grillo arrullo mi sueño y el sol me despertó.
No había nadie, camine y camine, sola… completamente sola. Queriendo buscar a alguien, trate de hablar; ningún ruido broto de mi boca, no tenia voz, mis pensamientos eran mi único punto de expresión, no existía nadie más que yo… Deseos de expresarme, me indicaron que era tiempo de abandonar ese lugar, no era para habitar, pero si para visitar… era tiempo de dejar la soledad.
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